REVISTA AMEREIAF No. 4

15 El caso de los estudiantes de posgrado probablemente siga por otros derroteros. Todo apunta a que, tras la experiencia de la pandemia, la valoración que hoy se hace de los programas a distancia ha mejorado notablemente tanto del lado de los estudiantes como incluso de las empresas que los contratan. Se trata, en definitiva, de la consolidación de la demanda de formas más flexibles de educación superior de posgrado entre las que se cuentan las puramente virtuales, las híbridas, o las hyflex, probablemente solo al alcance de las escuelas de negocios o de programas de alto valor y precio por las inversiones que se requieren. Para aquellas universidades que tienen programas de posgrado competitivos se trata, sin duda, de buenas noticias, máxime si extienden su oferta internacionalmente. Finalmente, la movilidad internacional de estudiantes también se está viendo afectada. Es otro ejemplo de cómo, tras el freno que impuso la pandemia, los flujos previos se van recuperando poco a poco, con el añadido de haber ganado la experiencia de la prometedora movilidad virtual. Vayamos ahora a las instituciones. Por su dependencia de los aranceles, las privadas recibieron un impacto financiero mayor durante la pandemia. Las más débiles, en términos de calidad y de financiación, tuvieron graves dificultades para generar soluciones de continuidad pedagógica y, cuando lo hicieron, ya habían perdido efectivos y, además, los estudiantes no aceptaban con facilidad seguir pagando el mismo precio por una solución meramente virtual difícil de digerir. Aunque los datos son escasos, en aquellos países donde todavía existe una oferta privada que puede operar sin requisitos externos de calidad de la provisión se clausuraron centros y algunos grupos empresariales aprovecharon la situación para comprar otros a bajo precio, como en el Perú. Allí donde los gobiernos hicieron esfuerzos para

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